

Escrito por Tomás Mersán
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El Ying y el Yang Tributario
El Yin y el Yang son dos conceptos milenarios del taoísmo (tradición filosófica china) más popularmente conocidos por el símbolo que los representa, que por lo que implican.
Si el nombre no le suena conocido, tal vez sí esta imagen:
A pesar de que el símbolo los grafica conjuntamente (y esto también tiene una explicación, como veremos más adelante), el Yin y el Yang son, en esencia, dos conceptos distintos. El primero está relacionado con la tierra, la oscuridad y la pasividad; se asocia con la feminidad. El segundo está vinculado con el cielo, la luz y la actividad; se asocia con la masculinidad.
El Yin y el Yang, sin embargo, tienen un mayor impacto filosófico y conceptual en lo que representan en conjunto, no aisladamente. El taoísmo, de hecho, explica que estas dos “fuerzas” no existen de manera individual, sino que coexisten en armonía. Son dos aspectos de un todo.
Esta sinergia nos lleva al significado quizás más importante que simbolizan: el equilibrio.
Como casi todos los aspectos de la vida cotidiana, el Yin y el Yang representan el diálogo y el balance entre: el frío y el calor, el verano y el invierno, el bien y el mal, y otros tantos innumerables ejemplos mundanos.
Como no podía ser de otra manera, este concepto milenario también aplica a los impuestos (que, dicho sea de paso, también son una institución milenaria).
“El Yin y el Yang Tributario”
La pregunta que sigue, con un poco de escepticismo, es: ¿cuál es la relación entre el Yin y el Yang y los tributos?
Aunque a primera vista no parezcan universos vinculados, el Yin y el Yang son nociones que también se aplican al mundo de los impuestos.
Si nos detenemos a pensar en el término “impuesto” y su connotación tradicional, los impuestos no son otra cosa que unas “imposiciones” de condiciones que hacen más gravosas (o, coloquialmente: caras) las transacciones, en pos de un caudal recaudatorio común. Así, el impuesto al valor agregado hace más caro el consumo; el impuesto a la renta hace más cara la generación de ganancias; el impuesto inmobiliario hace más caro el derecho de propiedad. En suma, los impuestos hacen más cara la dinámica económica de los mercados.
Ahora bien, sabemos que los impuestos son recursos esenciales para que el Estado pueda – en teoría- tener las herramientas para sus fines constitucionales: salud, educación, justicia, etc.
Así las cosas, el punto central de todo esto es: ¿cuál es el punto de equilibrio entre la tasa impositiva y la necesidad del Estado de recaudar para cumplir con sus fines?
Bienvenidos a “El Yin y el Yang Tributario”: La curva Laffer.
Arthur Laffer es un economista estadounidense que trabajó como asesor de la administración del presidente Ronald Reagan entre 1981 y 1989.
Entre otras valiosas ideas, Laffer es reconocido mundialmente por haber propuesto la noción de que existe una tasa impositiva capaz de maximizar la recaudación del fisco. Un punto de equilibrio tributario óptimo. La tensión entre el precio del impuesto y el objetivo recaudatorio. A este concepto posteriormente se lo denominó “la curva de Laffer”.
La clave de esta idea es que el aumento de la tasa impositiva, tal vez en una lógica contraintuitiva, no siempre conlleva a una mayor recaudación (o eficiencia del fisco). Por el contrario, puede que, tras un cierto nivel, la recaudación de fondos decaiga, y el aumento sea contraproducente con el objetivo propuesto.
La explicación detrás de las conclusiones de Laffer tiene como eje central la siguiente afirmación: una menor incidencia fiscal incentiva la actividad económica en cuestión (consumo, inversión empresarial o adquisición de patrimonio). Esto conlleva al aumento del universo de operaciones gravadas (o recaudadoras). Un incentivo a la formalidad.
La aplicación práctica de la curva de Laffer varía según las características económicas de cada país. Por ejemplo: la tasa de equilibrio entre una economía como Brasil no será la misma que una economía como la de Uruguay. No obstante, el concepto es una valiosa idea al momento de implementar políticas públicas tendientes al crecimiento.
En el caso de Paraguay, un país mediterráneo, en desarrollo, con sed de avance, la experiencia nos ha demostrado que las tasas impositivas competitivas respecto del resto de la región han hecho que aumente la inversión extranjera directa, la expansión de la economía, y la recaudación del fisco.
Nos queda pendiente la discusión sobre la eficiencia del gasto público.
Mientras tanto, el camino a seguir es el de tener presente el antiquísimo principio del Yin y el Yang, y seguir apostando por el equilibrio tributario.